sábado, 4 de septiembre de 2010

I - El otro plato


Eras una nube quieta dibujada en el cielo del desamparo. Con el uniforme blanco. La vista baja. La boca blanca. Los azulejos y las paredes también eran blancos, igual que los centímetros de papel cuidadosamente doblados y acomodados en fila sobre la mesa de fórmica blanca. Algunos eran apenas un tono más ásperos. Tu cuerpo delataba varias voces de niños llamándote por las madrugadas. Horas acumuladas de guardapolvos lavados y planchados. Noches de humo, de poca leche y algo de pan. No me animé a preguntar tu nombre, ni tu edad. Ni desde hacía cuánto tiempo que estabas en ésto.

Entonces, dos chicas entraron hablando alto, desenfadadas. En unos minutos ensuciaron lo que habías limpiado. De nada sirvieron los carteles colocados en las puertas y en el costado del espejo. Vos fuiste hasta la última puerta. Tomaste el balde, el lampazo y una botellita sin marca con el desinfectante diluido. Entraste para repetir una vez más la rutina de tu trabajo. Ni una nota de sangre, ni un adiós marrón cambió la música de tu rostro.
Mientras me lavaba las manos, me di vuelta para observarte. Te movías al compás de un pensamiento. Tocabas vientos de dolor. Después, juntaste todas las cosas. Las guardaste sin hacer ruido, en el mismo lugar. Volviste a tu taburete viejo. Te sentaste al lado de la mesa de fórmica. La misma nube que vi al entrar.
Antes de irme te dejé dos monedas de un peso sobre un plato blanco. Te di las gracias. Vos no me contestaste. No miraste. Nada.

Salí al bullicio. Al calor y a los colores de Retiro. Me mezclé entre la gente que llegaba y con la que se iba. Crucé bares. Esquivé la invasión de puestos y los kioscos de revistas. Leí el anuncio de partidas en el cartel. Llegué a la plataforma "21". Subí al micro verde que me llevaría lejos de esta ciudad. Me senté. Me puse los auriculares para escuchar música. Pero sólo escuché el eco blanco de los refucilos de tu desamparo.

Decidí que a mi vuelta pasaría a saludarte. Lo hice. Pasé, y sobre el plato te dejé una corona de princesa. Una flor que sólo abre por las noches, junto a la escama de un dragón.



3 comentarios:

  1. Este texto tiene compromiso social, belleza, y un alto nivel de sensibilidad y apropiación del mundo, de la verdad, de las tristezas tal cual son...
    Y es que mientras el mundo está pendiente de su propio ombligo, vos te detuviste a mirar... que va más allá de el efecto ojo-imagen, a mirar de verdad, eso habla de un corazón inteligente, de un alma abierta a la sensiblidad humana, de un alma en extinción...
    el solo hecho de haber escrito esto te convierte en una iluminada... no es muy común en los tiempos que corren la presencia de la gente con luz...
    Esa corona de princesa es un gesto maravilloso...
    Gracias Keiko
    te mando un beso grande
    Coni

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  2. Coni:
    me hiciste llorar!!!
    Yo creo que sobre todo hay que abrir los ojos del corazón para ver la realidad. Después se razona, se busca estrategias para modificarla...

    La corona de princesa estuvo paseando entre el grupo de este año, junto a la flor, una campana, un diamante, un unicornio...
    lo bueno es que lo fantástico, lo maravilloso, la metáfora, se desparraman ellos por su cuenta, y se comparten entre todos.
    Es algo contagioso!

    besos,
    Keiko.

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  3. "... lo bueno es que lo fantástico, lo maravilloso, la metáfora, se desparraman ellos por su cuenta, y se comparten entre todos..." GRACIAS a que vos los pusiste allí.
    GRACIAS.

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