lunes, 27 de diciembre de 2010

MP

Computadoras. MP3-MP5. Manuales. Maestros. Profesores. Las reglas ortográficas, la MP y la PM. Los pocos rompecabezas; y tan poco Manuel Puig en las escuelas.








Manuel Puig
nació el 28 de diciembre de 1932



jueves, 23 de diciembre de 2010

Canción con todos





Tal vez, la mía sea una "balada para un loco", para "los locos de Buenos Aires", que cantamos una "plegaria para un niño dormido", mientras "los juguetes se preguntan, con tantos niños afuera, qué hacemos en la vidriera"...







jueves, 9 de diciembre de 2010

Fuego en el agua de tus ventanas


Teníamos la altura de un banquito, y la tarde se
detenía soltando su olor de vainillas y tostadas. Caminábamos unas cuadras. Apurados, los traíamos en una bolsa transparente. Eran soles y fuegos, bailando en el agua. Les armábamos un colchón de piedritas con sábanas de hojas flotantes, recién cortadas. Después, los volcábamos en el vaso de vidrio, tan grande y redondo.
Enfrente, se veían tus ojos. Los veíamos moverse en círculos. Hipnotizados por las vueltas. Sin principio ni fin, caíamos como guijarros en el agua. Se nos acercaba la proa de un barco. Yo permanecía sentada en la roca, mientras una canción de arena y estrellas jugaban con nuestras manos. Más lejos, soplaban banderas y cabellos de noches largas. Tan largas, que casi sin darnos cuenta, una mañana cuadrada de marzo el barco encalló. El ancla atrapada por las redes de nosesientenosepiensanosedicenosehace de los mediomundos. El cabello se cubrió de cangrejos, las manos fueron cortadas y los pies atados. Los ojos cubiertos con parches de totalitarismo, y nuestras bocas tapadas con los corchos de los secretos de estado. Mientras las sirenas de la policía golpeaban en las esquinas, las aguas negras lo tomaban todo. Las trombas se robaron tu música, mis pinturas, nuestras palabras. Se robaron mis otros y tus otros.
Pero la última tromba pasó,
llevándose también la tempestad. Y hoy estamos acá, mi amor, con los pies en la orilla, mojándonos en los peces de la infancia. Lejos las redes; lejos las
trampas. Viendo cómo llegan tu barco, la sirena y los tesoros creados.

Envueltos en ondas de sedas naranjas
somos algo más que unos peces aleteando en el mar.





viernes, 3 de diciembre de 2010

Crédito

En la caja hay una cortina de vidrio, una pantalla fría y una ventanita de plástico de ocho por seis. Todo se hace rápido. Y rápido, uno es absorbido por los ruidos, los números y las órdenes, y el olor metálico. Sólo hay dos ojos y ningún dedo sobre dedo.
Hace un rato que el cartero de nombre francés dejó un aviso por debajo de la puerta: URGENTE. Los hilos de las necesidades y de las obligaciones cableadas, mueven las piernas. Entonces uno camina a la sucursal más cercana, mientras ve su sombra proyectarse en un suelo de títeres. La espera es una larga cola de marionetas que descansa en sillas de pana azul. Por un rato - sólo por un rato- serán reyes y princesas paseados en carrozas de mentiras y los llenarán de paquetes de grandes vacíos de promesas, esperando el próximo baile.
Durante una hora los titiriteros de camisa blanca y pantalón oscuro, con sus ojos europeos y sus tacones de dólares, los moverán de un lugar a otro. Uno es un numerito en esa escenografía que se desvanece. Dirán que sigamos esperando; que su plástico caducó; que el plástico azul se extravió. Vuelva mañana, mejor la otra semana. Y a las quince en punto, nos bajan el telón.

En el camino de vuelta uno ya no ve su sombra. Abre los ojos de cara al viento y al sol. Por entre los rayos aparece el viejo cartero Ismael, que baja de la bici, con su panza llena de risa y su bolso de cuero gastado cruzándole el corazón. Le trae una pila de cartas y postales de amigos, de letras de tinta roja, con el sello de sus voces altas, y el de sus pausas.
Hay papeles hermosos cuando uno cambia dieciséis dígitos de plástico plateado por huellas de identidad y por números dibujados para hablar. Que no te pierdas. Que nos tenemos que encontrar. Que tenemos una "obra social".
Hay buenos deseos, posdatas, besos efectivos. Y el corazón que siempre tiene saldo de amor.


martes, 16 de noviembre de 2010

* * *


Elija una noche sin estrellas
en la parte que
más le guste
de la ciudad.



Levante una piedrita del suelo.
No importa
la forma ni el color.


Trasládese unos metros para distanciarla del lugar que ocupaba.

Siéntala en la palma de la mano y procure que sea cálida al tacto.



Tome envión
y
arrójela

hacia
arriba





tan

alto

como

pueda.


Si lo hace con la debida concentración,
la piedrita quedará

flotando

en el espacio.



Tome una honda
y dispare otra piedra en la misma dirección.



En el momento que choquen, las verá estallar en mil pedazos.
Espere hasta que las partículas se acomoden.
De a poco cada una de ellas sabrá cuál es su lugar.


Finalmente

déjese llevar
por la contemplación
de su propio cielo.






sábado, 13 de noviembre de 2010

Último rescate

a SZB
a LFN
poemas visuales

Los árboles no pueden con su genio y cada tanto levantan las veredas en señal de protesta. Los comerciantes olvidaron que los árboles tienen bocas y tienen sed. Los mutilaron, y sólo les dejaron algunos muñones. Así perdieron las hojas; así perdieron los pájaros. Y se llenaron de miedo. Y ataron a su alma montones de tachos de basura con candado.

Los pies dan golpecitos a su cabeza. Sobre una pared sucia alguien se anima a gritar te amo. Y otro anónimo pinta con tres letras un cuadro. Quiere cruzar la calle. La detiene un torso de caballo fileteado en la caja de una camioneta blanca que pasa. Pasa un perro que se mueve más seguro y más lúcido que su dueño. Qué afortunados. Cruza dos embarazadas con remeras a rayas: dos panzas bellamente cautivas. Un cartel enorme de "Compro oro" de pie, le chamuya algo. Vidrieras. Repetición. Liquidación. Consumo. Y por testigo: un tacho.

Baja las escaleras y una mosca la saluda. El click del control de pasajes la distrae y contrasta con la pasividad del que lo hace. No escucha ningún hola, ningún buen día; pero el gato turquesa que está pintado en la pared mueve su bigote y le dice ¡miau! Entre las ranuras de la plataforma están guardadas una bola de pelos, tres colillas y un boleto. Una sombrilla de flores fucsias protege a un soñador que se apoya en el palo borracho. Los horneros arman sus casas cerca de los cables de alta tensión. Dos muletas sostienen a un hombre que camina; una melodía desconocida sostiene a un adolescente; un brazo de padre sostiene a su niña que sostiene a quién.

Se abren las puertas y sube a otro tacho gris. Sus pies se pierden entre un montón de piernas. Sobre el piso, está apoyada una canasta de lisianthus, crisantemos y nardos. Los portaequipajes son trepadoras de jardín. Las argollas se balancean como juegos infantiles. Pero todos viajan serios; nadie ríe. El fuelle de los vagones no toca ninguna canción. Sólo unos lunares negros, aros negros, un tatuaje del gato Silvestre en el brazo de una mujer. Un tajo asoma sobre la piel de un asiento. Escucha su reclamo: cirugía estética, urgente.

Sale de la lata y unos pechos enormes cuelgan sostenidos por dos broches. Bocas carnosas sueltan besos de plástico. El piso es papel; la guía Filcar, la Billiken, Oliverio Twist. Un caballo pasa arrastrando un carro y deja una bosta gigante en el medio de la calle. Más allá, el sonido de un camión que levanta un volquete. Bocinas. La abuela cruza sin mirar y despierta al distraído. Relojes. Pasos de horas que caminan. Bocinas. Semáforos alterados. Bocinas. Relojes. Algunos están detenidos a las diez y diez.

Un adoquín. Un charco de agua y tres caras reflejadas. Una pluma gris de paloma pegada a otro adoquín. Es verano, y el viento hace pasar una hoja seca por entre las piernas. Unos pies desnudos se apoyan en el vidrio de un auto estacionado. Una vidriera distinta, inesperadamente, regala la cara de Julio Cortázar en una remera blanca. Y no se liquida. Entre medio de las piedras dos sauces lloran. El colibrí no visita las flores rosas, abiertas como plumero de una planta mimosa. Un atril. Cinco sombrillas rojas. Un pizarrón y una nota. Y un cuadro a medio terminar.

Olor a grasa. Grasa recalentada. Pis, ácido de sudor. Enfrente del McDonald´s, conviven una llama blanca disfrazada con lanas de colores y dos perros de mirada perdida; sus dos lenguas afuera. Los mira, los observa, y le pega un adoquín. Se repiten como fotocopias los chicos que viajan en el piso.

Vuelve a su casa. Quiere llegar pronto, tiene náuseas. Se pega una ducha. Se saca el olor del desamparo y el dolor de la basura. Se arranca las piedras grises del cuerpo y los adoquines que le pesan en los pies. Prende los colores, enciende el sol y viaja el viento. En una pluma de dos lágrimas se escapa por la ventana. Flota y se posa sobre una rama desnuda. El árbol recuerda su esencia de árbol. Brota una yema. Y otra más. Se llena de hojas; se llena de pájaros. Y su canto abre, uno a uno, todos los candados.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Luis Felipe Noé


"De lo que no se puede hablar hay que callar" - L. Wittgenstein
De lo que no se puede hablar hay que "mostrar"






Toda imagen es pintura




Por encima de cada imagen hay un modo de ver el mundo


domingo, 7 de noviembre de 2010

Variaciones

Miranda



Camino el vaivén de otras ciudades
son días de lunas verdes
de lunas de agua
golpeando las ventanas

focos de luz oxigenada

alumbran las casas
sus paredes de bosque
de alfombras de estrellas deshilachadas
de peces que flotan
en techos de noches nuevas
las aves que nadan

puertas
círculos verdes
y unos ojos llenos de mar.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Básico y esencial

"al grano en la multitud de la olla"



trae sonido a lluvia
a granizo de nácar
largo
......corto
...........salvaje
textura para un collage


el aire es dulce
y se aglutina
y a veces huele a jazmín
o a tostado para un té

relampaguea caricias de agua y calor
madura
rompe su corazón de amilosa
y se abraza

al bol de porcelana
al plato de aluminio
a la mesa rústica de un guiso
a la soledad de una lenteja
al vapor de la sopa

en las mesas exquisitas de las verduras frescas
del caviar y del salmón crudo
en los comedores y en las villas

se abandona al tenedor
a la cuchara
a los palitos
y al bocado en mano

viene del agua
atraviesa mapas y banderas del mundo

...............................curry y azafrán
...............................salsa roja
...............................salsa de soja y wasabi
...............................tinta de calamar


es uno en la multitud
en la olla del campamento
uno en la talla de una miniatura
exhibida en un centro cultural

paella y pa'él
maridaje
vino tinto
cerveza y sake

para los bebés
para los viejos sin dientes
en compañía de las panzas enfermas
en los tiempos de guerra
y en los tiempos del amor

no se mezquina

como en las bodas
cae entre la gente
en lluvia
en puñaditos


de abundancia

......................
.y fertilidad


a

domingo, 17 de octubre de 2010

Versos libres

A mi madre
14-02-1983
escrito en el 2008


Jirones de telas plateadas
te envuelven seductores
como los brazos impiadosos de la muerte

un viento de nieve no me escucha
y se lleva tus últimas lágrimas de sangre


despierto del abismo de lo irreparable



tu corazón
un globo de papel rojo


.......................flota


sostenido por los hilos del recuerdo



olas de un mar agitado
dejan en la orilla de mis párpados

fotos...... .. y más ............. fotos

y sin pedir permiso
en una botellita
se llevan todos tus secretos


tu carne es polvo

.........................ceniza

................................arena

tierra fértil de mi vida
el lugar en donde susurras un arrorró
que trae lluvia


pétalos de glicina





A Miranda


... felicidad es guardarte nueve meses en mi vientre
y parirte
y regalarte el mundo
abrirte al mundo
amamantarte el mundo

a las tres
a las cinco
acunarte en desvelos
leerte
soñarte



domingo, 10 de octubre de 2010

Visitas

El huésped
revolvió entre los secretos
que yo escondía en mis cajas.
Los manchó de ajenidad.
Y después de llevarse
lo que nadie debió ver
me dejó
vacío de misterios.
Desnudo.
Delatado.

II - Tiranía del desborde
Sebastián Olaso






"Yo sólo quería saber cómo se llamaba y darle las gracias. Cuando estuvo lejos se volvió hacia mí y me disparó muchas veces haciendo una pistola con la mano. Yo no sabía qué hacer, pero como él seguía disparándome, me imaginé que lo mejor era caer muerta."


No comas renacuajos
Francisco Montaña Ibáñez




... secarse todo
y que no llore
sacarse todo
y que no enferme
vaciarse todo
y que no caiga
que no se esfume
que no se vuele
desplumarse las alas
quitarse las escamas
pelarse la cáscara
rasguñar la cicatriz
y que sangre
arrancarse la piel a mordiscones
y que sangre
desprenderse las uñas con un clavo
colgarse de la cruz cabeza abajo
sumergir la nariz en la pecera
y llenarse los pulmones de agua dulce
que no entre una gota de aire
una gota de sal
una gota
silenciarse los gritos
secarse los suspiros
vaciarse de espantos

para que no quede nada
para que quepa todo


Vaciarse todo (fragmento)
Sebastián Barrasa




"Hay una hora en la que se anhela ser uno mismo y lo inesperado, uno mismo y el momento en que la puerta que antes y después da al zaguán se entorna lentamente para dejarnos ver el prado donde relincha el unicornio."


Julio Cortázar





Supe que era el hombre de mi vida cuando le dio de beber al unicornio. Entonces me quedé en la orilla y lo esperé como quien cree en las bendiciones de la suerte. Lo rodearon los sembradores de nieve, la mujer de la sombrilla y la pequeña que vivía en una flor. Cuando pudo llegar a mi lado, me miró con la mirada que yo había perdido en incontables citas con mis sueños. Después, entró en el aire y se fue volando. Se fue perdiendo, hasta dejar la huella de lo que no tengo.


Revelación - La secreta sílaba del beso
María Cristina Ramos





jueves, 30 de septiembre de 2010

V - Otras voces


Mamá está rara. Muy rara. Y eso que el raro de la familia soy yo. Hace un tiempo que no habla sola. La escuché hablando con un unicornio, o no sé qué corno era. Ese coso hacía cosas extrañas, decía cosas que no hay que decir. Me di cuenta que son parecidas a las que yo digo a veces en la escuela cuando estoy aburrido. Y la seño me reta. Y la dire, peor. Me lleva a la rastra; me enojo y empiezo a pegar porque nadie me entiende. Entonces me siento tan solo como mamá desde que murió papá.


Me gusta que hable de vez en cuando. Un día de estos voy a hacerle una broma y le voy a contestar con la voz de ese coso. Capaz que la hago reír.




miércoles, 29 de septiembre de 2010

martes, 21 de septiembre de 2010

IV - Las escamas de un dragón


La crisis empeoró. Vendí la máquina vieja de coser de mamá. Empecé a vender los muebles del comedor. Nos quedamos con la mesita y las sillas de plástico del jardín. Un día miré a mi alrededor y vi que casi todo lo que nos rodeaba era de plástico. Nuestro lugar se iba encogiendo poco a poco: era una casa de juguete. Entonces, por primera vez en cinco años, recordé nuestros juegos con el Gordo. Escuché las cosas lindas que me decía. Que mis manos eran de hada; que hacía cosas hermosas con nada. Revolví lo poco que me quedaba en un cajón. Junté remeras viejas, retazos de telas, lanas de colores, botones caídos, puchitos de todo. Hasta la tanza de su caja de pescar que nunca quise tocar. Mezclé todo y armé un hada. Después, dos más. Las colgué en la ventana de casa. La pintura del marco se estaba descascarando. Miré al piso: parecían escamas de un dragón. Las guardé y se multiplicaron. Hice un dragón y una princesa. Cada noche volvía del trabajo a casa y armaba algo diferente. Casi sin darme cuenta, llené una caja con todos los móviles que había hecho.
Después de año nuevo pasó a saludarme Celina y se quedó a tomar unos mates. Le mostré mis trabajos. Al sábado siguiente me llevó a la feria de la estación. Me prestó un lugar en su puesto porque yo plata para pagarme uno no tenía. Esa tarde vendí la mitad de las cosas que llevé en la caja. Era día de Reyes y había kermese. Crucé con los chicos para darme el gusto de comprarles un choripán y pagarles un juego. Del otro lado del puesto del sapito vi al Gordo. Estaba parado y me guiñaba un ojo. Me sonreía. Pero no era el Gordo. Era Ruben.

lunes, 20 de septiembre de 2010

III - Los baños de Retiro


El 2001 me fue sacando de a poco los trabajitos que había conseguido. Si seguía limpiando las casas, las señoras cada vez me pagaban menos. Primero vendí mi cadenita de oro, después, el anillo de la abuela. Lo vendí y la recordé todo el tiempo. La recordé contándonos cuando llegó a la Argentina y trabajaba envolviendo caramelos en una fábrica, mientras el abuelo vendía diarios en el tranvía. Y nunca sintieron vergüenza.
Yo trataba de pensar en ella cuando iba al trabajo que menos me gustaba, pero que más plata me dejaba. ¿A quién le gusta ir a limpiar los baños de Retiro?... Durante varios meses pensé, con una puntada en el corazón: qué laburo de mierda. Veía caminar la vergüenza por mi cuerpo. Con el tiempo me di cuenta que hay otras miserias del hombre que dan más asco.


domingo, 12 de septiembre de 2010

Comunidad


Biriquinho me lo dijo, y yo le creí. Es tan fácil surfear un mamboretá, un escalón roto, una gota de vino en una copa de cristal. Con un par de trebolines todo se puede. Se pueden ver a través de una mirilla, en un millar de rutas de estrellas, de hormigas rojas que dibujan memorias de corazones. Hasta en un mostachol guiando dedalitos en medio del mar.


Qué bien la pasamos juntos. Recorrimos estaciones y puertos con trebolines de cuatro y seis hojas. Conocimos espadachines de estrellas. Juntar algunas y cartonear trebolines no tiene maldad, ni relojes controladores, ni es imposible.

Algunas veces, Biriquinho pierde una estrella y se pone a llorar. Entonces rompe tablas, cielos y cabezales. Se enoja. Y se transforma, porque es su esencia biriquique.




Por las madrugadas me llama desde un trebolar. Nos contamos nuestros vericuetos. Nos damos ánimo. Está comprobado que los biriquiques se entienden, aún sin bla, bla, bla.







miércoles, 8 de septiembre de 2010

Quien



[...] Tan extraña había sido su aparición. Pero volvió a mirarme y no sé por qué, me sentí raramente reconfortado.
No he visto nunca mirada semejante. La mirada de un hombre que había visto tanto que había llegado a comprenderlo todo.

¿Quién eres? [...]

Podría darte centenares de nombres. Y no te mentiría: todos han sido míos. Pero quizás el que te resulte más comprensible sea el que me puso una especie de filósofo, de fines del siglo XXI. El "Eternauta" me llamó él para explicar en una sola palabra mi condición de navegante del tiempo, de viajero de la eternidad, mi triste y desolada condición de peregrino de los siglos.

He tenido la suerte de llegar aquí... presiento que, después de tanto tiempo podré descansar un poco.
¿Me darás un lugar, verdad? No necesito otra cosa que un rincón para reponerme porque estoy cansado, terriblemente cansado. Y necesito descansar, para poder seguir buscando.
Porque eso es lo que hago siempre, buscar, buscar, buscar...





El Eternauta
Héctor G. Oesterheld - Francisco Solano López


sábado, 4 de septiembre de 2010

II - La llegada de los piojos

Los dos pensamos que el amor sería para siempre. Pero el corazón de él dijo basta. Fue durante los preparativos de la kermese de Reyes. Murió como él quería: de fiesta.

El Gordo me decía "mi Marga", porque estaba hecha de pétalos blancos y era su sol. Pero cuando él murió, los fui perdiendo uno a uno. Me quedé sin luz. Vacía. Con el tiempo me llené de amargura. Aunque en casa lo disimulaba muy bien. Sobre todo cuando los chicos me pedían la teta, la leche con pan y manteca, el cuento de la noche, y las figuritas, que se volvieron algo inalcanzable.

Aprendí a hacer de todo: revocar la última pared que él había levantado y por la que empezaba a entrar humedad, tapiar el fondo para estar más seguros, mover la tierra para armar una huertita. Eso me daba cierta tranquilidad. De hambre no nos íbamos a morir. De dolor, por ahí, sí.

Dejé mis agujas de tejer por las del reloj que me apuraban para ir de un trabajo a otro. Limpiar una casa y luego otra. Las señoras bien eran buena gente, sólo algunas eran casi gentes, nada más. Mientras tanto, mamá se quedaba cuidando a los chicos y arreglábamos antes para pasar a buscarlos por la escuela, si es que no había paro. Los chicos volvían con piojos. Después me di cuenta de que los hijos de mis señoras también tenían la cabeza llena de piojos. Los piojos se meten por igual entre ricos y pobres. Pero a mí no me alcanzaba para peine fino y lociones. Les pasaba vinagre para que se rascaran menos. Y entonces, ya nunca más usé vinagre en las ensaladas.

I - El otro plato


Eras una nube quieta dibujada en el cielo del desamparo. Con el uniforme blanco. La vista baja. La boca blanca. Los azulejos y las paredes también eran blancos, igual que los centímetros de papel cuidadosamente doblados y acomodados en fila sobre la mesa de fórmica blanca. Algunos eran apenas un tono más ásperos. Tu cuerpo delataba varias voces de niños llamándote por las madrugadas. Horas acumuladas de guardapolvos lavados y planchados. Noches de humo, de poca leche y algo de pan. No me animé a preguntar tu nombre, ni tu edad. Ni desde hacía cuánto tiempo que estabas en ésto.

Entonces, dos chicas entraron hablando alto, desenfadadas. En unos minutos ensuciaron lo que habías limpiado. De nada sirvieron los carteles colocados en las puertas y en el costado del espejo. Vos fuiste hasta la última puerta. Tomaste el balde, el lampazo y una botellita sin marca con el desinfectante diluido. Entraste para repetir una vez más la rutina de tu trabajo. Ni una nota de sangre, ni un adiós marrón cambió la música de tu rostro.
Mientras me lavaba las manos, me di vuelta para observarte. Te movías al compás de un pensamiento. Tocabas vientos de dolor. Después, juntaste todas las cosas. Las guardaste sin hacer ruido, en el mismo lugar. Volviste a tu taburete viejo. Te sentaste al lado de la mesa de fórmica. La misma nube que vi al entrar.
Antes de irme te dejé dos monedas de un peso sobre un plato blanco. Te di las gracias. Vos no me contestaste. No miraste. Nada.

Salí al bullicio. Al calor y a los colores de Retiro. Me mezclé entre la gente que llegaba y con la que se iba. Crucé bares. Esquivé la invasión de puestos y los kioscos de revistas. Leí el anuncio de partidas en el cartel. Llegué a la plataforma "21". Subí al micro verde que me llevaría lejos de esta ciudad. Me senté. Me puse los auriculares para escuchar música. Pero sólo escuché el eco blanco de los refucilos de tu desamparo.

Decidí que a mi vuelta pasaría a saludarte. Lo hice. Pasé, y sobre el plato te dejé una corona de princesa. Una flor que sólo abre por las noches, junto a la escama de un dragón.



martes, 31 de agosto de 2010

Rapsodia en agosto












El corazón cae
estaciona raíces
se expande

sangra semillas
late en cada brote

se abre

es un desparramo de poemas fragmentados


viernes, 23 de julio de 2010

Meta razones



en la sonrisa de los ángeles en las babas del diablo en el viento Zonda en los hielos del sur en Euclides y en Fibonacci en los horizontes de las rectas infinitas en los espirales de los caracoles y de los girasoles en Pitágoras y en las plantas carnosas en las piñas y en las margaritas en Platón en el plato de las letras rojas de Cortázar en las de Galeano y en las composiciones Galas de Dalí en la música de las esferas en Venus y en Las meninas en las estrellas en los cristales de agua en los mandalas y en los fractales en los dioses ateos en el hombre vitruviano en los hombres imperfectos y en los irracionales en las abejas en el pentagrama el dodecaedro y la cartuchera de tres pisos sobre andamios de lápices pinceles y hojas con las maletas llenas sobre la mesa con los golpes de la inspiración en el borde con el corazón que vuelve del viaje en las olas de los latidos en los rompeportones de la infancia en los portones del tiempo de las princesas y de los dragones en el fuego y en la lluvia y en la esquina del olvido de dos niños desnudos las mochilas vacías que se llenan del número fi en el umbral de la muerte y de las presencias en los pasillos de las casas de los cielos y de los ciclos en el alero de las paradojas y de las alegorías en las metáforas y en los sueños en los besos de los universos, nos besamos


sábado, 10 de julio de 2010

En cyan




















puntos
caras
pelos y letras de la mala geometría
que te enseñaron

la naturaleza del disfrute
el diagrama de un diamante
el fragmento perfecto de un panal en flor
una ventana de hojas de ligustro
espejos con alas de mariposa

alguien que juega al ahorcado con letras en la mano
sólo tiene la letra y

y vos
estás en otro espacio
tocás el pasto de un campo de estrellas
flotás en una carpa entre el cielo y un bosque de pinos
levantás el techo de una casa

abierta

inmensa

en un rincón titila el botón de una semilla brillante
no hay relojes
no hay veinticuatro horas
todo se mira .............. todo te toca

asoman saltos de sirenas
vuelos de dragones
guerreros con escudos y katanas
tazas de porcelana
suaves zoquetes blancos
kimonos de seda

detrás de un papel de arroz el agua burbujea sobre el fuego
tibia
se abandona y cae
en un cuenco de jade
el aire huele a sándalo
llueven sonrisas de magnolias
una luna de plata cuelga en la ventana

un sonido en cyan


hebras
pelos
renacuajos
espermatozoides que te llevan sobre una burbuja de farolas de luciérnagas
atrás quedan los humores de basura y oscuridad

travesías de números nuevos
de letras nuevas
de líneas nuevas

latidos y pieles que se proyectan en un mapa de luces sin fronteras


domingo, 4 de julio de 2010

miércoles, 30 de junio de 2010

A la vida

a "R"


en un mismo puñado de tierra

pelean la muerte

y la vida





domingo, 27 de junio de 2010

Bicentenario

"El corazón de la Ciudad vuelve a latir"


las ciudades acorazadas se dan la vuelta
se sacan las prisiones
las voces de látigo
las cadenas de lamentos
los vidrios rotos
los plásticos empaquetados

se desanudan
se desdudan
y se desnudan

dejan en las esquinas sus ropas de luto y lata
las balas humeantes
la sangre seca
la piel abierta

lavan sus penas
secan tus lágrimas
zurcen sus/tus/mis/nuestras heridas

se sientan en el adoquín de la infancia
con la bici
la vitina
la leche chocolatada
y no dejan de repetir tu nombre

encienden un farol
se cambian
y cambian
y nos cambian

se envuelven en los latidos del corazón
bailan voces de bises y guitarras
en soplos y caricias de bandoneón

en el corazón de mi ciudad
las ciudades del corazón
se pasean
y nos pasean

a pasos pares
a pasos de pasión















Hipercorazones - Luces de Mayo


miércoles, 16 de junio de 2010

Los dibujos de la luna

En Hiroshima, una niña mira la luna y se sonríe. Su obachan le dijo que hay dos conejos haciendo pastelitos de arroz.

En Buenos Aires, un caminante se dirige a la intersección de Av. Figueroa Alcorta y Casares. Se esconde detrás de unas cañas de bambú, y contempla largo rato a una mujer vestida con kimono. La mujer está parada en el punto medio del arco rojo del puente. Sucede cuando cae la tarde; el jardín se vacía de visitantes, y queda en silencio.
Sin hacer ruido, el huésped avanza unos metros abrazado al arco de tiro que lleva bajo el brazo. Se resguarda detrás de una mata de azaleas. Sólo se escuchan los peces carpa que nadan en busca de alimento. En el otro extremo del lago canta un pájaro. El huésped se acerca aún más al puente. Contempla de espaldas a la mujer. Corre una rama de pino. Ajusta la visión, y apunta al centro de la luna del kimono. Tira. Las grullas se asustan y emigran a un pliegue de las mangas. La flecha atraviesa la luna hasta tocar el corazón de la mujer. Él se toma el abdomen como si hubiera recibido un golpe seco en las vísceras. Se acerca. Apoya su rostro sobre la piel de seda del obi de la mujer. Cierra los ojos. Y atraviesa el umbral de lo posible.

Es un niño que sale hacia el bosque para buscarla en el "día de las muñecas". Una tropilla de guerreros pasa a su lado, y se pierde en un camino de farolas de papel. Siente el peso de las pecheras de los samurai, los cascos y las katanas caídas sobre las esterillas. Estampas. Más estampas. Una puerta del período Meiji se abre de par en par. Percibe un leve balanceo, el tamborilleo de pasos sobre el piso de madera. Saluda de lejos al Emperador y le da la mano al Monte Fuji.
Luego, cumple con las reglas de cortesía. Entra en una casa noble de madera y de papel. Un teatro de sombras, una figura inclinada. El delicado ofrecimiento de la ceremonia del té.
Despega su rostro del obi de seda. Se limpia los ojos. Toma el chawan y bebe un sorbo de té verde. Lo degusta. Ahora la mujer de kimono está de frente a él. Se pierde en sus ojos profundos, y aunque ella baja la mirada, puede leer su historia a través de la piel. Lo seduce el tintineo de adornos en la cabeza de la mujer, como si golpearan pétalos de glicina dentro de él. Se abandona a su aroma dulce, a las curvas de su nuca, y al nacimiento de su espalda. Escucha el shamisen y el canto que empieza a reconocer. Disfrutan largo rato, hasta desvanecerse. Las azaleas abren sus flores, las piedras se mueven. Un buda sonríe.

Cuando vuelve en sí, la mujer de kimono ha desaparecido. Él está parado sobre la misma tabla de madera del puente rojo, con su arco en la mano. Un pétalo lila cubre su herida: la fuerza vencida por la suavidad.
Entonces, oye la voz gruesa y entrecortada de un hombre de kimono y hakama azul y ojotas de madera. Se acerca dando pasos firmes. Le señala un gran portón de hierro y madera oscura. Antes de que pueda tomarlo del brazo, el huésped desaparece.
Dicen que a la hora en que el Jardín Japonés de Palermo cierra sus puertas a los visitantes, una pareja queda demorada largo tiempo sobre el puente rojo. Pero cuando alguien se acerca a pedirles que se retiren, ellos, ya se han ido.




domingo, 23 de mayo de 2010

GRU

En grupo te engrupo, dijo Gru. Con una sonrisa se acomodó la bolsa de arpillera. Se deslizó por la ladera de la montaña y cayó parado frente a la puerta de su cabaña. Se dirigió a la cocina. Limpió con fuego el caldero. Preparó la poción grumoliente, palabrosa, esa que sólo podía levantarse con una grúa de cartas. Aplicó su método festivo de muchosidad, y sin olvidar la pizca de gruñón y grumetano, batió y batió, hasta lograr el esperado punto gruyère.
Miró el greloj por cuartésima vez. Se acercó en puntitas de pie a la gruta en donde descansaba la chica de la aligrilla. Se vistió de grupí. Cambió su gruesa voz por la de un colibrí. Después de observarla un rato, le limpió las alas dormidas. La acarició. Satisfecho con su trabajo, colocó el grumete en una taza de porcelana suspendida en una mesa de sueñosía. Suspiró hondo. Antes de marcharse miró todo como si fuera el cuadro del último té.
Salió a la galería. Se puso el sombrero orientador. Se ajustó las orejas, y cabalgó por un ancho mar. Ayudado por un conejo abrió la bolsa de arpillera. Pegó un salto. Y se robó la luna.














dibujos: Agustina Ch., 8 años

martes, 11 de mayo de 2010

Medialunas borgianas








Objetos. Son las llamadas medialunas inspiradoras del universo de Jorge Luis Borges.
Sus lunas diminutas movían al tiempo en otros ritmos. Las estrellas parecían más grandes, los planetas se saludaban sorprendidos desde otra órbita. Las brújulas perdían sus agujas en desiertos de arena.



Medialunas hiperchiquitas que se sirven en los bares de los Centros Culturales para que la gente se inspire y escriba. Haga canciones de protesta, mitos urbanos, leyendas.



sábado, 24 de abril de 2010

Viajeros de la eternidad

El tiempo vuela
entre giros de cielo y tierra
en calles de vientos
en pasos de estrellas

con alas de pájaro
con zuecos de madera
camino
lenta y chiquita
sobre la mano de un gigante.





sábado, 10 de abril de 2010

Vaticinios

cura falso
cura tibio
cura mentira
cura abusando


ríe a oscuras
llora a oscuras
en el infierno de su encierro
va talando paraísos


cura HP de escritorio
máquina retrógrada
con vativirus y sin batimóvil

sos red sin sangre
sos hombre sin amor

sábado, 27 de marzo de 2010

Metáforas de una hoja

El recorrido era apenas unos pasos para nuestros pies de niños. Los que contábamos desde nuestra puerta hasta la casa de la abuela. Era llegar y jugar con barro y arena. Jugar a las bolitas, al lenti, al rin-raje. Ir hasta el fondo; visitar el gallinero, mirar si había huevos. Seguíamos las huellas de la huerta. Saltando surcos elegíamos la lechuga para los conejos. Parados delante de sus casas de departamentos, nos reíamos con ellos. Un árbol de ciruelo era el techo para jugar a la mamá. Y si era finales de invierno nos hamacaba una lluvia de pétalos.

Cuando el cuerpo nos pedía un descanso, nuestro camino se abría hacia el pasillo del costado. Un ligustro verde oscuro y tupido nos unía a la casa del vecino. Tierra húmeda, olor a bosque inventado. El motor del agua hacía su solo de percusión. Otras veces, apenas escuchábamos unas gotitas golpeando sobre los ladrillos. Nuestros latidos se serenaban. Toda la energía se concentraba en desvestir las hojas del ligustro. No había ninguna mejor para eso. Con nuestras manos tibias y chiquitas quitábamos su lámina, parte por parte. Los dedos transpiraban y se teñían de verde. El corazón volvía a latir con fuerza si nos quedábamos con el dibujo de sus nervaduras en las manos. Maravillas de un mapa de nervios. Cuánta inocencia. Pasarían muchos pasos para darnos cuenta de que era el arte de iluminar eso que estaba ahí y pasaba desapercibido. Ponerlas a trasluz, admirar sus caladuras. Mirar a través de sus intersticios.

Mundo de hojas de viajes. Todas distintas. Distintas formas. Distintos colores. Grandes. Chicas. Clasificables. Coleccionables. Sellos de hojas de plátano mojadas en témperas de color. Mil hojas. Hojas para pintar, para las tarjetas, para el origami. Hojas para escribir.
Hojas para escribir y desnudarme. Todas las ropas y todas las pieles, caen. Soy sólo venas, vísceras. Sangre. Estoy en carne viva. Todo se llora. Todo se ríe. Y tu aliento quema. Y tu palabra hiere. Y la injusticia y la mentira es ira que enajena. El dolor, mata. Tu amor, resucita.

Mi vida pasa por estos mapas de la poesía. Poesía de la metáfora de la ausencia y de la metáfora de la presencia. Poesía de todo lo que soy y de todo lo que no sé de mí. De lo que me cuenta y de lo que me esconde. Lo que conservo y lo que perdí. Lo que puedo y no puedo.
La eterna lucha entre lo privado y lo público. Tener pudor. Y vencerlo. Decir al mundo que no me importa nada. Volver a dejar el pudor a un costado y tocar la osadía. Decir otra vez que no me importa nada. Y creerme esa linda mentira. Porque en realidad me importa todo. Sólo que no tengo cómo soportarlo. Y es éste mi modo de sobrevivir.

Poesía otros sueños haciéndome soñar los míos. Poesía los mapas pintados sobre colchones. Poesía la mirada increíble de los niños.
Quién puede olvidar la hoja que le permitió ver la vida a través de una caladura.
Quién puede olvidarse de su infancia.
Quién puede olvidar quién es.


viernes, 5 de marzo de 2010

Qué PACHA...

Está enojada. Grita. Patalea. Ya no es una niña. Gime. Se acomoda. La herida es profunda. Se sacude en espasmos de dolor. Gira envuelta en vientos de ira. Gotea lágrimas de escombros. Y se rompe en una intensa locura.

Los barcos caminan las calles despobladas. Los hombres se marchan de madrugada sin poder despedirse. Los secuestran olas de maderas. Mareas oscuras de muebles y ropas robadas.
Las casas flotan en el día que es una caleta vacía de peces. Un sol sucio de barro anuncia largas noches de astillas en la piel.

Lloran las paredes, lloran los autos tumbados. Lloran los que no llegaron a llorar. Figuritas repetidas de un álbum negro. Un hombre grande busca su barco perdido. Llora como cuando le quitaban su juguete preferido y era sólo un niño. Las madres protegen a sus críos, los envuelven con un amor salvaje. Sus rostros son estampillas de cartas sin destino.

Sobre un escenario de papel mojado se respiran corazones temblorosos. Las carpas se inflan. Son tribus sin tiempo construyendo sus tolderías. Se calientan y se alumbran en el fuego de la solidaridad.
Cadenas de manos los sostienen. Cuelgan del frágil hilo del globo terrestre.
Vaciados de todo, desde una orilla, se aferran a la fiesta de la VIDA.

domingo, 28 de febrero de 2010

El salto



Estoy casi muerto, atrapado en una grieta. El camino está roto y el corazón, partido. Son días áridos de sábanas de piedras. Lágrimas duras caen del corazón como cubos del río seco de mi sangre.

Pero levanto la vista y a lo lejos vislumbro una montaña charlando con el sol. Escucho el manantial fresco que baja por las laderas. El cielo que llama a las nubes, que silba a las aves y mueve a los peces.
El manto azul cobija la manada de animales, a las parvas verdes, a los hombres, al viento. Y también a mí.

Detrás de la montaña despertará el mar. Sólo tengo que cruzar.





lunes, 22 de febrero de 2010

Lecturas del mundo

Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta.



Mi misión de la alfabetización va más allá del ba be bi bo bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado.



El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas.



La cultura no es atributo exclusivo de la burguesía. Los llamados "ignorantes" son hombres y mujeres cultos a los que se les ha negado el derecho de expresarse y por ello son sometidos a vivir en una "cultura del silencio".


Alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra.





Paulo Freire
- pedagogo para el mundo -

jueves, 11 de febrero de 2010

Invenciones

me gustan los percheros
los collares
las remeras raras
los aros
pero no me gustaría ser maniquí


me gusta tu piel
el spray de tu aroma
el aroma de la tierra húmeda
pero no me gustan los kilómetros de humo que nos separan


me gusta que se caiga tu disfraz de malevo
el cuchillo de juguete
que aparezca el niño que sos
pero no me gusta que me mientas


me gusta el silencio vivo
las preguntas sin todas las respuestas
los barriletes con hilos largos
los juegos verdes
pero no me gustan los portazos secos de la mediocridad


no me gusta que le tiren piedras al sol


me gusta el helado de chocolate
los bombones con praliné
las rumbas
las panchitas
pero no me gusta el Apartheid

me gusta el pan casero
la pizza
el barro y el hornero
el horno de barro
pero no me gusta el Holocausto


me gustan las bombas de crema
los hongos de los sushis
las mezclas soñadas
pero no me gusta Hiroshima con su silencio blanco


no me gusta callar


me gusta que seas barco
que seas río
me gusta que no existan todos los mapas
porque los vamos a inventar

domingo, 7 de febrero de 2010

Intenso

Cuando los días son turquesas, cielo y agua se juntan en una línea quieta. Pero basta que una hebra de tu gorro se suelte y flote en el aire, que una partícula de piel caiga al mar, que pises un montón de nieve y te lleves una piedrita roja escondida en la suela de tus borcegos, para que una antena de krill reciba el llamado de alerta ante la llegada de un nuevo huésped. Y el fondo de las aguas comiencen su movimiento en ondas, casi imperceptibles. Cambien el viento, las mareas, las lluvias.
Tal vez un cormorán se asuste y se corra de roca. Una gaviota se agite y cruce a otra orilla. Un castor marque la rama que le guste. La corte y la lleve hacia su dique.
Es posible que cuando lo percibas te caiga una gota tibia. Corra. Caliente los lagos. Llegue a otro mar. Sea sal para una banda de caracoles que dormitan, golpee a la puerta de las perlas, se acurruque en un arrecife de coral.

Todo puede suceder. Es un día turquesa.



sábado, 30 de enero de 2010

lunes, 25 de enero de 2010