Nunca antes se imaginó así, de piernas abiertas, esperando mientras el médico hablaba de fútbol. Las sala estaba tibia pero por la asepsia parecía fría. Ella se relajó y esperó tranquila a que llegaran las contracciones; él permaneció nervioso por detrás, acariciándole la cabeza y dándole la mano. De lejos, escuchó algo de instrumental que golpeaba sobre una bandeja, y pensó que no era un sonido agradable para ese momento. Animada por todos, pujó, pujó con ganas hasta que apareció de golpe su cabecita. La apoyó sobre su pecho y la abrazó emocionada. No sintió miedo, no sintió dolor. Sólo felicidad.
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Escuchaba sonidos extraños. Voces desconocidas. El lugar estaba frío y era muy raro, no como mi lugarcito de 9 meses. Yo hice fuerza, mucha fuerza para salir; la verdad es que ahí dentro estaba cómoda pero ya no tenía más espacio para moverme. La comida no me alcanzaba. Hice más fuerza; de golpe, sentí que una mano firme me tocó la cabeza, ¡qué sensación más rara! Cuando me di cuenta tenía mi cabeza en el aire. Tuve un poco de frío y enseguida nomás, sentí que me caía como por un tubo. Pero otra vez, la misma mano firme me sostuvo y me apoyó sobre una piel que yo ya conocía, estaba calentita como yo. Yo conocía ese olor: era mamá. Creo que al lado estaba papá que cortó mi cordón y me mojó con sus lágrimas. ¡Qué linda voz tenía!
Todos dicen que dije: buahhh! Pero yo sé que dije muchas cosas más...
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