Estoy sentada en mi banquito de madera verde manzana. Viajo en un árbol. Siempre viajo. Viajo en la pluma de un pájaro, en la escama de un dragón, en un grano de sal. De vez en cuando, puedo hacerlo en los giros de un bicho bolita, en el aire que mueve la abeja, en las incontables vueltas de una cucharita.
Y a veces, te toca viajar en colectivo. En el peor horario, con toda la humedad y el calor del verano. Con muchas bolsas cargadas y la mochila pesada. En el trayecto podés mirar por la ventanilla y ver pasar toda la basura. Y es posible que te saluden los colores sucios de la ciudad. La gente está ausente; abandonada en sus problemas y en sus histerias. Y vos no recordás otros rostros porque hablás con el alma que se sentó a tu lado. Te metés en un poema. En las caras del teatro y en los dados de imágenes de otra gente. Que se asusta. Que ríe. Que ama. Buceás en dibujos hermosos. Hablás de lo que no se aprende, de lo que se trae. De la osadía y la timidez de una semilla. De la adolescencia que no queremos dejar y del crecimiento que llega igual. Del círculo de la vida y de la muerte. De las pocas formas y de los contenidos. De los vacíos de salud que se llenan con pastillas. De los sueños, de las horas. Del orden, del azar. Del hola y de la ola.
Casi sin darte cuenta tenés que bajar. Estás en Medio Oriente. Paradójicamente, estás llena de paz. Entonces recordás que no tenías monedas para viajar. Pensás cómo viajaste. Quién dejó en tu bolsillo cinco centavos. Y algo más.
Viajar con la imaginación (adonde quieras), podés hacerlo en cualquier lado y situación.
ResponderEliminarMe gusta viajar(no en auto), en tren, subte o colectivo. Observo a todos los pasajeros, pero elijo uno. Creo su historia y cuando me doy cuenta,ya llegué a mi destino.