miércoles, 30 de diciembre de 2009

Pestañear

Hay un ángel con alas de plata sentado entre dos campanas enormes. Se sonríe. Otras personas también lo ven, como yo. Desde la vereda le gritan que se corra, que las campanadas lo pueden lastimar. Pero se sonríe. Se queda sentado en el mismo lugar.

Un hombre de piloto negro pasa escondiendo su rostro blanco debajo de dos paraguas negros. No se quiere mojar. Pero hoy casi no llueve, sólo caen algunas gotas acumuladas en las copas de los árboles. Camina enojado. Por lo bajo les dice que dejen en paz al ángel; no tiene cuerpo, nada le va a pasar. Entonces, el ángel lo chista desde muy alto. Le contesta que se queda ahí porque le gusta que lo acaricien y le hagan cosquillas.
No conforme con las caras de los más incrédulos, el ángel baja a la vereda de la plaza. Conversa con todos, les hace chistes. Aletea varias veces. Y sale ella debajo de su ala izquierda.

Algunos entrecerramos fuerte los ojos. Y no nos caen lágrimas. Caen luces de sueños rojos. Bajan por los rostros, desde allí pasan por el corazón. Glóbulos soplados. Besos enormes de bocas rojas. Bajan por el tobogán de brazos y caen en el hueco de dos manos. Les ponemos el hilo invisible de la entrega y los colgamos de un árbol.
Veo una hamaca y una soga. Una muñeca de trapo. La patineta, el soldadito de plomo, el autito de colección. La bici del primer raspón. Las piedras justas para jugar al lenti. El helado que alguien no tomó. El beso que alguien se robó.

Pestañean igual que yo. Aprietan fuerte los ojos. Y ahora el árbol se ilumina con un puñado de estrellas.
El ángel nos mira. Sonríe. Se coloca la capa reversible. Y se guarda en su galera de niño.




2 comentarios:

  1. Me hizo acordar a "Las alas del deseo", muy onìrico y bello.

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  2. Sí, Jorge... es posible.
    Lo curioso es que el ángel de mi texto existe por un "sueño real" que tuve. Y el hombre de los dos paraguas negros es una "persona real" que crucé en la plaza de mi barrio. Y si me preguntaras quién de los dos es más real y creíble, te diría que el ángel.

    P.D.: gracias por llevarnos desde el Museo Mitre a Venezuela. Medio tarde... pero gracias!

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