domingo, 8 de noviembre de 2009

Nubes plateadas - I









Ese no fue un día cualquiera. El viento sopló hojas amarillas y violetas. Junté unas piedritas que cayeron del cielo y me animé. Invité al escamoso a tomar un café. Quería charlar con él. Mirarlo a los ojos sin que mil ojos me miraran a mí. ¿Cómo era volar un miedo? ¿Qué sueños tendría?... Pero me dijo que "no". Entonces pensé que no tenía ganas, o que se asustó.
Qué viento tan triste movió las aguas, cuántas lentejuelas cayeron al fondo del mar.

Lo cierto es que nunca me contó qué le pasó. Aunque ya sabemos que a los escamosos no les gusta exponerse tan de cerca; no les gusta dar explicaciones. Aman echar fuego por sus bocas, mostrar su espalda plateada y decirle palabras al viento. Te envuelven con sus movimientos circulares. Se repliegan. Y desaparecen.

Dicen que esa tarde el Río de la Plata creció tanto que inundó La Boca, los lagos de Palermo, sus fuentes. Y las lágrimas llegaron muy lejos, hasta los brazos del Tigre.




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