lunes, 3 de agosto de 2009

Asociados

Un hombre sentado en una sala de espera. Quiere decirle algo gracioso a la chica que está sentada a su lado. Cuando lo hace, empieza a estornudar sin parar. Saca el pañuelo del bolsillo y ve que no es el suyo: es el de su novia. Con disimulo intenta guardarlo, pero el pañuelo de flores bordadas, se despliega y se hace cada vez más grande. Luego de un rato, logra doblarlo y guardarlo a presión en su portafolio.

Toma una revista. Las páginas están en blanco. Finge leer para comentarle algo a la misma chica. La mira y ella suelta una carcajada. En medio de una risotada, ella le quita los anteojos y le dice que le gustan. Le pregunta si no se los regala: el marco rosa le fascina. Él, contesta afirmativamente.

El hombre se cruza de piernas y se baja el ruedo del pantalón: las medias turquesas no le combinan con los zapatos rojos. Se agacha para dejar la revista en la mesa baja y se le cae un aro. El aro de argolla cae en el bolso de una mujer que está enfrente de él. La señora tiene un grano con pelos. La conoce de algún lugar. Lo mira fijo, le guiña un ojo y le dice bajito: ¿me los devolvés?... También, responde que sí.

Se levanta para ir al baño. La puerta está cerrada con llave. Vuelve. Busca entre los muebles para ver si está escondida. No la encuentra y espera. Pregunta a los demás si no es raro que no haya música ni recepcionista. Pero nadie contesta. Milagrosamente, la puerta del baño se abre sola. Entra, pero no hay agua ni papel. Tampoco inodoro, ni espejo.

Vuelve a la sala. A sus espaldas escucha movimientos. Rápidamente se sienta en su silla. Mira hacia el otro costado. Tiene a un niño y a una nena sentados. Quietos. Parecen serios, concentrados; leen un libro de poemas. Cuando el chico siente sus ojos sobre él, levanta la vista y en lugar de sacarle la lengua, le sonríe.

Ahora tiene sed. Camina directo al expendedor de agua y cuando gira la manijita, se queda con aquella en la mano. Desesperado, busca cómo juntar el líquido. Mientras la señora de la verruga le presta el sombrero, los chicos le alcanzan un chupetín y con el palito tapan la salida. Solucionado el tema, cada uno vuelve a su lugar.

Pasan unos minutos. Cuando el hombre quiere levantarse de la silla, no puede. En la silla hay un chicle y no se desprende de su ropa. Tironea y se estira aún más. El chicle, que parecía una insignificante bolita, tiene fuerza y no lo quiere soltar. Escucha las risas. El niño mastica el chicle que lo tiene atrapado y sopla, sopla sin parar. Ahora lo ha convertido a él en globo. Los chicos insisten en que quieren ir a jugar a la plaza. Esta vez, también responde que sí. Entonces la nena le hace un nudito, le ata un hilo en el culo y se lo lleva flotando.

La señora de la verruga toma su bolso y su escoba y sale detrás de ellos. La chica de los anteojos corre para alcanzarlos. El médico abre la puerta y encuentra la sala vacía. Llora. Se saca el guardapolvo y lo tira por la ventana. Apaga todas las luces y se va.


1 comentario:

  1. ¡Me encanto, Keiko! Me resulto reagil la lectura y accion, accion...
    Abrazo

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