El guerrero toma su katana.
Sostiene su duro escudo
impenetrable.
Toda la fuerza y el ojo
apuntan a un objetivo.
Las piernas rígidas
la tensión contenida.
Sentada enfrente
envuelta en hilos de seda
en mil pétalos de ciruelo lo espera.
La carne tierna
la fragilidad extrema.
Él lo ignora.
A través de los metales
la dulce brisa de un aleteo
entrará por las grietas de su corazón.
Una luna roja y blanca
cuelga de un cielo negro.
El guerrero está desarmado:
guarda una mariposa en sus manos.
Me gustó!
ResponderEliminarComo si los estuviera espiando.