sábado, 28 de febrero de 2009

Cio-Cio San

El guerrero toma su katana.
Sostiene su duro escudo
impenetrable.
Toda la fuerza y el ojo
apuntan a un objetivo.
Las piernas rígidas
la tensión contenida.

Sentada enfrente
envuelta en hilos de seda
en mil pétalos de ciruelo lo espera.
La carne tierna
la fragilidad extrema.

Él lo ignora.
A través de los metales
la dulce brisa de un aleteo
entrará por las grietas de su corazón.

Una luna roja y blanca
cuelga de un cielo negro.
El guerrero está desarmado:
guarda una mariposa en sus manos.

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