domingo, 7 de febrero de 2010

Intenso

Cuando los días son turquesas, cielo y agua se juntan en una línea quieta. Pero basta que una hebra de tu gorro se suelte y flote en el aire, que una partícula de piel caiga al mar, que pises un montón de nieve y te lleves una piedrita roja escondida en la suela de tus borcegos, para que una antena de krill reciba el llamado de alerta ante la llegada de un nuevo huésped. Y el fondo de las aguas comiencen su movimiento en ondas, casi imperceptibles. Cambien el viento, las mareas, las lluvias.
Tal vez un cormorán se asuste y se corra de roca. Una gaviota se agite y cruce a otra orilla. Un castor marque la rama que le guste. La corte y la lleve hacia su dique.
Es posible que cuando lo percibas te caiga una gota tibia. Corra. Caliente los lagos. Llegue a otro mar. Sea sal para una banda de caracoles que dormitan, golpee a la puerta de las perlas, se acurruque en un arrecife de coral.

Todo puede suceder. Es un día turquesa.



3 comentarios:

  1. "Efecto mariposa". Tenés razón: todo puede suceder. Precioso.

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  2. Irene:

    gracias por este y todos tus comentarios.
    Sos muy buena intérprete!

    besos,
    Keiko.

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  3. Es que tus textos, además de ser muy buenos, son claros. Algunos escritores, en el afán de usar metáforas, producen un enredo, que al final el lector...no entiende NADA.
    Besos

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