viernes, 16 de enero de 2009

Estrellas de madera

Las noches son generosas. No hay dudas. Y si a alguien le quedara una, tendría que preguntarle al bosque. Porque es verdad, la última vez me regalaron un cielo de pinos, con constelaciones de nuevos universos.
El viento tocó instrumentos de madera: agitó su interior, atravesando su oquedad. Yo pude escuchar sus intermitencias. Más tarde, el dulce sonido dejó caer una piña delante de mí. Todo volvía del cielo a la tierra: la mirada, las semillas cayendo como hélice de pequeños helicópteros. En una suave lluvia, regresaban a su lugar de origen. Junté la piña y la guardé entre las manos. Qué hermosa era. Como si el fruto abierto escondiera la nobleza de la madera. Para arder luego como leña; para iluminar con sus chispas.
Es cierto, se parecía tanto a tu alma: con sus múltiples puertas, con sus intersticios, y los lugares que pude visitar en los umbrales de tus sentimientos.
Fue otra noche de obsequios. Te acaricié. Acaricié, por un instante, las tibias habitaciones de tu alma.

3 comentarios:

  1. hola silvia. me gusta tu forma de escribir y en particular este texto, como mezclás lo cotidiano con lo fantástico. “Te acaricié. Acaricié, por un instante, las tibias habitaciones de tu alma”. singular comparación entre la piña y el alma. te invito a que te des una vuelta por mi blog. un gusto haber estado en el tuyo.

    ResponderEliminar
  2. què verdad! còmo me gustò eso de las habitaciones del alma...

    ResponderEliminar