domingo, 28 de febrero de 2010

El salto



Estoy casi muerto, atrapado en una grieta. El camino está roto y el corazón, partido. Son días áridos de sábanas de piedras. Lágrimas duras caen del corazón como cubos del río seco de mi sangre.

Pero levanto la vista y a lo lejos vislumbro una montaña charlando con el sol. Escucho el manantial fresco que baja por las laderas. El cielo que llama a las nubes, que silba a las aves y mueve a los peces.
El manto azul cobija la manada de animales, a las parvas verdes, a los hombres, al viento. Y también a mí.

Detrás de la montaña despertará el mar. Sólo tengo que cruzar.





lunes, 22 de febrero de 2010

Lecturas del mundo

Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta.



Mi misión de la alfabetización va más allá del ba be bi bo bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado.



El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas.



La cultura no es atributo exclusivo de la burguesía. Los llamados "ignorantes" son hombres y mujeres cultos a los que se les ha negado el derecho de expresarse y por ello son sometidos a vivir en una "cultura del silencio".


Alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra.





Paulo Freire
- pedagogo para el mundo -

jueves, 11 de febrero de 2010

Invenciones

me gustan los percheros
los collares
las remeras raras
los aros
pero no me gustaría ser maniquí


me gusta tu piel
el spray de tu aroma
el aroma de la tierra húmeda
pero no me gustan los kilómetros de humo que nos separan


me gusta que se caiga tu disfraz de malevo
el cuchillo de juguete
que aparezca el niño que sos
pero no me gusta que me mientas


me gusta el silencio vivo
las preguntas sin todas las respuestas
los barriletes con hilos largos
los juegos verdes
pero no me gustan los portazos secos de la mediocridad


no me gusta que le tiren piedras al sol


me gusta el helado de chocolate
los bombones con praliné
las rumbas
las panchitas
pero no me gusta el Apartheid

me gusta el pan casero
la pizza
el barro y el hornero
el horno de barro
pero no me gusta el Holocausto


me gustan las bombas de crema
los hongos de los sushis
las mezclas soñadas
pero no me gusta Hiroshima con su silencio blanco


no me gusta callar


me gusta que seas barco
que seas río
me gusta que no existan todos los mapas
porque los vamos a inventar

domingo, 7 de febrero de 2010

Intenso

Cuando los días son turquesas, cielo y agua se juntan en una línea quieta. Pero basta que una hebra de tu gorro se suelte y flote en el aire, que una partícula de piel caiga al mar, que pises un montón de nieve y te lleves una piedrita roja escondida en la suela de tus borcegos, para que una antena de krill reciba el llamado de alerta ante la llegada de un nuevo huésped. Y el fondo de las aguas comiencen su movimiento en ondas, casi imperceptibles. Cambien el viento, las mareas, las lluvias.
Tal vez un cormorán se asuste y se corra de roca. Una gaviota se agite y cruce a otra orilla. Un castor marque la rama que le guste. La corte y la lleve hacia su dique.
Es posible que cuando lo percibas te caiga una gota tibia. Corra. Caliente los lagos. Llegue a otro mar. Sea sal para una banda de caracoles que dormitan, golpee a la puerta de las perlas, se acurruque en un arrecife de coral.

Todo puede suceder. Es un día turquesa.