lunes, 27 de diciembre de 2010

MP

Computadoras. MP3-MP5. Manuales. Maestros. Profesores. Las reglas ortográficas, la MP y la PM. Los pocos rompecabezas; y tan poco Manuel Puig en las escuelas.








Manuel Puig
nació el 28 de diciembre de 1932



jueves, 23 de diciembre de 2010

Canción con todos





Tal vez, la mía sea una "balada para un loco", para "los locos de Buenos Aires", que cantamos una "plegaria para un niño dormido", mientras "los juguetes se preguntan, con tantos niños afuera, qué hacemos en la vidriera"...







jueves, 9 de diciembre de 2010

Fuego en el agua de tus ventanas


Teníamos la altura de un banquito, y la tarde se
detenía soltando su olor de vainillas y tostadas. Caminábamos unas cuadras. Apurados, los traíamos en una bolsa transparente. Eran soles y fuegos, bailando en el agua. Les armábamos un colchón de piedritas con sábanas de hojas flotantes, recién cortadas. Después, los volcábamos en el vaso de vidrio, tan grande y redondo.
Enfrente, se veían tus ojos. Los veíamos moverse en círculos. Hipnotizados por las vueltas. Sin principio ni fin, caíamos como guijarros en el agua. Se nos acercaba la proa de un barco. Yo permanecía sentada en la roca, mientras una canción de arena y estrellas jugaban con nuestras manos. Más lejos, soplaban banderas y cabellos de noches largas. Tan largas, que casi sin darnos cuenta, una mañana cuadrada de marzo el barco encalló. El ancla atrapada por las redes de nosesientenosepiensanosedicenosehace de los mediomundos. El cabello se cubrió de cangrejos, las manos fueron cortadas y los pies atados. Los ojos cubiertos con parches de totalitarismo, y nuestras bocas tapadas con los corchos de los secretos de estado. Mientras las sirenas de la policía golpeaban en las esquinas, las aguas negras lo tomaban todo. Las trombas se robaron tu música, mis pinturas, nuestras palabras. Se robaron mis otros y tus otros.
Pero la última tromba pasó,
llevándose también la tempestad. Y hoy estamos acá, mi amor, con los pies en la orilla, mojándonos en los peces de la infancia. Lejos las redes; lejos las
trampas. Viendo cómo llegan tu barco, la sirena y los tesoros creados.

Envueltos en ondas de sedas naranjas
somos algo más que unos peces aleteando en el mar.





viernes, 3 de diciembre de 2010

Crédito

En la caja hay una cortina de vidrio, una pantalla fría y una ventanita de plástico de ocho por seis. Todo se hace rápido. Y rápido, uno es absorbido por los ruidos, los números y las órdenes, y el olor metálico. Sólo hay dos ojos y ningún dedo sobre dedo.
Hace un rato que el cartero de nombre francés dejó un aviso por debajo de la puerta: URGENTE. Los hilos de las necesidades y de las obligaciones cableadas, mueven las piernas. Entonces uno camina a la sucursal más cercana, mientras ve su sombra proyectarse en un suelo de títeres. La espera es una larga cola de marionetas que descansa en sillas de pana azul. Por un rato - sólo por un rato- serán reyes y princesas paseados en carrozas de mentiras y los llenarán de paquetes de grandes vacíos de promesas, esperando el próximo baile.
Durante una hora los titiriteros de camisa blanca y pantalón oscuro, con sus ojos europeos y sus tacones de dólares, los moverán de un lugar a otro. Uno es un numerito en esa escenografía que se desvanece. Dirán que sigamos esperando; que su plástico caducó; que el plástico azul se extravió. Vuelva mañana, mejor la otra semana. Y a las quince en punto, nos bajan el telón.

En el camino de vuelta uno ya no ve su sombra. Abre los ojos de cara al viento y al sol. Por entre los rayos aparece el viejo cartero Ismael, que baja de la bici, con su panza llena de risa y su bolso de cuero gastado cruzándole el corazón. Le trae una pila de cartas y postales de amigos, de letras de tinta roja, con el sello de sus voces altas, y el de sus pausas.
Hay papeles hermosos cuando uno cambia dieciséis dígitos de plástico plateado por huellas de identidad y por números dibujados para hablar. Que no te pierdas. Que nos tenemos que encontrar. Que tenemos una "obra social".
Hay buenos deseos, posdatas, besos efectivos. Y el corazón que siempre tiene saldo de amor.